DE LA CIUDAD A LA CAMPIÑA: NOTAS A LAS FIESTAS DE LA CRUZ DE JUAN MAYOR EN 1927


De la ciudad a la campiña: notas a las fiestas de la cruz de Juan Mayor en 1927

Víctor J. Hernández Correa
Concejalía de Turismo y Patrimonio Histórico

Hacia finales del siglo xix las históricas fiestas patronales del 3 de mayo de Santa Cruz de La Palma iniciaban una nueva andadura, colocadas en el primer puesto de una programación celebradora que pronto comenzó a adquirir la denominación más genérica y compleja de fiestas de mayo. Con ello, no sólo se ampliaba notablemente el antiguo y reducido programa de actos, repartido entre una y tres jornadas feriales, sino que, además, la crisis que venían atravesando las tradicionales fiestas de la Cruz se recuperaban de un bache que las había relegado a un injustificado segundo plano. En este proceso de revalorización jugaron un indirecto pero relevante papel los debates en torno a la licitud de la conquista y colonización hispánica de la isla de La Palma y sus consecuencias para la antigua población aborigen. Desde este punto de vista, la fiesta de la Cruz significaba el triunfo de las huestes del Adelantado, que habían arrebatado la libertad (concepto muy valorado por la mentalidad romántica y regionalista ochocentista) y la dignidad a un pueblo que apenas tenía capacidad para defenderse. Otro sector veía en este triunfo la victoria del cristianismo[i] y de la cultura occidental sobre un pueblo pagano e inculto. Y, finalmente, en un modesto punto medio, se hallaban los que contemplaban tanto uno como otro bando (conquistado y conquistador) desde una posición híbrida de fusión racial con la que justificar el nacimiento de una identidad nueva: la canaria. Sea como fuere, la realidad es que la controversia afectó a la concepción ideológica de la fiesta patronal de la capital palmera, en la que los regocijos venían atando dos celebraciones de naturaleza bien distinta: la incorporación de la Isla a la Corona castellana (de carácter netamente civil) y la Invención de la Santa Cruz (de honda raigambre en el universo religioso).

En este marco, los felices años ’20 del pasado siglo, motivados por su sentido optimista y de apertura a lo novedoso, vinieron a constituir un importante avance hacia la consolidación del programa de las fiestas de mayo y una aportación relevante en el proceso de incorporación de actividades musicales, teatrales y, en general, espectaculares que la reconvertían en un modelo que restaba protagonismo a la participación activa del pueblo y a sus formas de composición festiva más tradicionales —v. gr., la danza de mascarones— a favor de un mayor aparato y una más tangible distinción entre los que actúan para que otros se diviertan y gocen la fiesta.

Frente a lo que ocurría en el casco urbano, la vida festiva de la campiña se desarrollaba de manera bien distinta. De entrada, muchos cruceros dilataban durante los meses de mayo y junio las celebraciones, alejados del exceso de visitantes, devotos o curiosos noveleros que concentraban la expectación en unas animadas y concurridas horas: entre la larga noche de la víspera y el atardecer del 3 de mayo. La naturaleza efímera de las arquitecturas, adornos, peleles, loas y apariciones se perdía entre el bullicio, el ruido y la humareda de los cientos de voladores que, en breve tiempo, habían ceñido el cielo. En ese contexto, a muchos artífices (mayordomos, diseñadores, carpinteros, herreros, etc.), agotados por las horas en vela, no les quedaba tiempo para correr otra cruz que la propia; a lo sumo, el tradicional pique-competencia —que ha caracterizado la esencia festiva del 3 de mayo en La Palma, coadyuvando, sin duda, a su conservación— arrastraba su curiosidad hasta la cruz más cercana. Para muchos, con excepción de los más jóvenes, capaces de combinar trabajo, velorio, juerga y visitas, la fiesta de la cruz y sus goces se habían esfumado hasta el año próximo. Pérez Vidal insistió sobre este hecho hace años, explicando cómo la estresante concentración de actividad propició un progresivo cambio de fechas:

La aparición, a veces bella y complicada, de una rústica cruz reúne y retiene en torno a ella a muchísimas personas. Y es tanto el deseo de presenciar y «gozar» los festejos que se organizan con tal motivo que, en La Palma, no se celebran todas las cruces el mismo día. Después de la fiesta oficial y general del 3 de mayo, cada domingo, hasta muy avanzado el verano, se efectúa el homenaje a una cruz distinta: un domingo se celebra la Cruz de las Breveritas; otro, la Cruz de Las Ledas; otro, la Cruz de Juan Mayor… Todas estas fiestas se ven muy concurridas y animadas[ii].

Como ejemplo de estación crucera rural en la capital palmera que aún en 1927 celebraba su fiesta el tercer fin de semana de junio, nos referiremos a la conocida como Cruz del barranco de Juan Mayor, sita en el pago de Velhoco[iii]. El cauce de dicho barranco ha venido a funcionar como límite natural divisorio de las jurisdicciones municipales de Santa Cruz de La Palma y Breña Alta. Los orígenes del topónimo deben remontarse probablemente o bien a los tiempos de los primeros repartimientos de tierras tras la conquista o, incluso, a la etapa de precolonización. La pérdida material de la documentación concejil y de las escribanías públicas tras el saqueo de la ciudad en el verano de 1553 no deja —de momento— acercarse más allá de 1546 en su datación. En 28 de noviembre de dicho año puede documentarse la primera referencia, a través de la venta de 5000 maravedíes de censo y tributo impuestos sobre «una viña que tiene [Gaspar Pérez] en el término de Velhoco, lindante por arriba con viña de Luis Hernández de Velhoco, por abajo con viña de Juan de Fuentes, por un lado el barranco de Juan Mayor, y por otro lado con viña y majuelo de los herederos de Anrique Álvarez de Fuentes»[iv].
En 1927, la comunidad de vecinos concentrados en el entorno del barranco de Juan Mayor prepara para el sábado 18 y el domingo siguiente del mes de junio unas suntuosas fiestas en honor de la Santa Cruz. La sabatina se iniciaba «como es uso y costumbre» con el tradicional protocolo de inauguración crucífera en La Palma: al medio día, «la Bandera con la cifra de la Cruz» era enarbolada «entre multitud de cohetes voladores […] y salvas de cañón»[v]. La insignia, cuyo uso hoy en día prorrogan casi exclusivamente las comunidades cruceras de Breña Alta, funciona a la vez como señal indicativa de la ubicación de la cruz-fiesta para el caminante que llega de lejos y como elemento de cohesión y fortalecimiento de los lazos identitarios de los vecinos. Más complejo es el auténtico lenguaje de los fuegos y voladores en La Palma, del que se ha ocupado María Victoria Hernández Pérez en varios trabajos[vi]. Sólo diremos aquí que las variantes usadas en 1927 por la cruz del barranco de Juan Mayor sirvieron o bien para anunciar la citada inauguración y principio festivo en forma de cohetes voladores y de cañonazos —estos últimos, herederos de los mismos que se empleaban en las fiestas en honor a la Virgen de las Nieves, disparados desde el lomo homónimo o lomo del castillo de la Virgen—; o bien para señalizar el final de la jornada de víspera y preludio del día grande, disparados en horario nocturno y materializados en fuegos artificiales: los estampidos se alían ahora con la luz y el color.

Es una pena que el rotativo no detalle los elementos constituyentes de la cruz. Una fotografía muy posterior, fechada hacia los años ’50 del siglo pasado, realizada por el profesional Adolfo Ayut González (1904-1976), puede aproximarnos a las tendencias que los mayordomos del barranco de Juan Mayor marcaron de manera preferente en la composición crucífera a mediados de la centuria, unos 20 ó 30 años después de estas noticias de 1927. Carente de espaldar, la cruz es acogida por los lados y hacia el fondo por un follaje de fayal —muy abundante en la zona— de estructura circular a modo de cercado o capilla vegetal descubierta, cerrada por el frontis con una serie de plantas ornamentales de uso doméstico contenidas en macetas. Destacan sobre todas los ejemplares de anturios (Anthurium scherzerianum), para cuyo mantenimiento son necesarias las altas dosis de humedad ambiental de esta zona. La cruz, de considerables dimensiones, descansa sobre un pedestal durante todo el año, recubierto ahora por lo que parece una composición textil a modo de tapete o mantel de materiales naturales que cae sólo por la parte delantera. El dibujo central muestra una hostia con las siglas jhs —coronadas por una cruz—, que sostienen en el inferior sendos ángeles. Dos peces siguen la circunferencia por los extremos superiores, sin duda, en clara alusión metatextual al episodio de la multiplicación de los panes y los peces (Mc, vi, 34-44) y al mensaje eucarístico y salvífico contenido en Juan, vi, 35-38: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá más hambre y el que cree en mí no tendrá sed jamás». La base o pie de la cruz está forrada por otra producción vegetal próxima al calado o a las labores de croché. El madero se recubre con la tradicional tela blanca plisada en dos piezas: la correspondiente al cuerpo vertical y la que cubre el brazo horizontal (sobrepuesto al anterior), quedando libres los rayos de metal que singularizan esta versión del Santo Madero. El velo resulta desproporcionado en el conjunto por su falta de anchura y longitud.

Según consta en el programa anunciado por la prensa, la diversión continuaba a las ocho de la tarde, en que estaba prevista «en las inmediaciones de la Cruz una lucida Verbena». Típicas de las estaciones primaveral y, especialmente, veraniega, los bailes al aire libre, acompañados de ventorrillos para el suministro de bebidas y comida, se convirtieron en número estrella del calendario festivo desde mayo hasta septiembre en Santa Cruz de La Palma. En la zona del casco histórico se combinaron muy bien con paseos amenizados musicalmente. Sin ir más lejos, con motivo de las fiestas de mayo de ese mismo año, la rambla de Cuba[vii], «vistosamente engalanada y profusamente iluminada», acogió el 30 de abril por la noche una verbena, «reinando durante ella alegría, en la que la juventud saboreó a gusto las expansiones de estos festejos»[viii]; y la plaza de Alfonso xiii (hoy Alameda) era escenario de un «animado paseo» acompañado de concierto por la banda de música La Victoria el 1 y el 2 de mayo por la noche[ix].

La apoteosis del domingo llega primero a las dos de la tarde con el pasacalle que desde los Cuatro Caminos de Buenavista hasta las inmediaciones de la cruz interpreta al son de pasodobles la banda de música La Esperanza, de Breña Alta, participación esta que explica los estrechos lazos de solidaridad que el barrio mantuvo siempre con el municipio colindante, con el que comparte idéntica cultura y socioeconomía agrarias, y, como se revela aquí, afinidad en el espíritu festivo. La tarde se reserva para los ejercicios lúdicos; la primera parte con premios en metálico para los ganadores de la corrida de sacos y del juego del sartén[x]; la segunda parte con carrera de sortija a caballo, no faltando la elevación de globos aerostáticos, hoy presentes fundamentalmente en los festejos de mayo en Breña Alta. Un baile celebrado en una casa cercana a la cruz pondrá fin a los regocijos, cuyo éxito, según recogía en una crónica Regeneración palmera, determinaron, por un lado, el cumplimiento de la programación «al pié de la letra» y, por otro, la enorme concurrencia y la grande animación reinante[xi].

Frente a lo que se vivía en el sector del casco histórico, Santa Cruz de La Palma incorporó en sus barrios rurales una modalidad festiva patronal en la que junto a una serie de elementos conceptuados en el sentir y devoción crucífera urbanos —entre los que destaca la resistencia del modelo de cruz-altar, de raigambre andaluza—, conjugó con tanto o más éxito y caracterización otras formas más apegadas a los modos celebradores típicos de Breña Alta, municipio con el que parece compartir mayor parentesco, sobresaliendo el izado de bandera (que ayuda a la identificación y unidad de la comunidad) y determinadas actividades recreativas (como las carreras de sacos y el juego del sartén), evidenciándose asimismo cierta preferencia por los músicos breñuscos. A fin de cuentas, como ocurre en la mayor parte de los monumentos crucíferos de Breña Alta, el nacimiento y arraigo de la cruz del barranco de Juan Mayor está muy vinculado a la función que desempeña durante el año como señal de paso, como cruz-guía del caminante, tan abundante en otras veredas y encrucijadas.


[i] En oficio de la alcaldía capitalina dirigido al arciprestazgo palmense (de 2 de mayo de 1889) sobre propuesta de cambio horario de la procesión de la Cruz, se alega para fundamentar la solicitud, entre otros, el siguiente particular: «[…] la corporación municipal […] debe costear también la procesión general que inmediatamente después de la función haya de tener efecto con la ostentación que requiere la grandeza de todos los actos de la Iglesia, asistencias á las que debe concurrir con el antiquísimo pendón que simboliza las hazañas alcanzadas por los ilustres conquistadores, bajo la protección de la augusta Religión del Crucificado […]». Vid. Archivo Municipal de Santa Cruz de La Palma: 162-2, f. [2v]. En verdad, el pendón o insignia real no es otra cosa que la representación simbólica del rey, a cuya demarcación o reino se adhesiona el territorio conquistado, en este caso, la isla puesta bajo el nombre de San Miguel de La Palma. Por tanto, nada tienen que ver su significado y su simbología con el cristianismo; por otro lado, sabemos que el histórico pendón data de fecha posterior a la conquista. De ahí que este punto de la argumentación resulte hoy algo confuso y parezca más motivado por el apasionamiento y más condicionado por el estado de conocimiento de la época que por la realidad histórica «demostrable» de los hechos.
[ii] José Pérez Vidal. «Los autos del Corpus y el «Carro» de la Bajada de la Virgen en La Palma». En: El Carro: historia y espectáculo. [Coordinador de la edición, Miguel Ángel Aguilar Rancel]. [La Laguna: Artemisa Ediciones; Santa Cruz de La Palma: Patronato Municipal de la Bajada de la Virgen], 2005, p. 32.
[iii] Sirvan estas páginas como modesto homenaje a la Agrupación Folclórica Tuhoco, fundada en este pago, que en este 2008 cumple su 25º aniversario.
[iv] Luis Agustín Hernández Martín. Protocolos de Domingo Pérez, escribano público de La Palma (1546-1553). Santa Cruz de La Palma: Caja General de Ahorros de Canarias, 1999, pp. 114-115. Con el barranco existió a mediados del siglo xvi un lomo con la misma denominación, ambos dentro del término también conocido como Juan Mayor.
[v] [Hemeroteca de la] Sociedad Cosmológica] (Santa Cruz de La Palma): s. a. «Las festividades [2]». Regeneración palmera: periódico bi-semanario de intereses generales, literatura, noticias e información (Santa Cruz de La Palma, 8 de junio de 1927), p. [2].
[vi] Primero en «Relatos y leyendas de La Palma: la pólvora en las fiestas del siglo xix». Diario de avisos (Santa Cruz de Tenerife, 23 de septiembre de 2001), p. 23 y luego en Breña Alta: fiesta de la Cruz. Breña Alta: [Ayuntamiento de Breña Alta], 2005, pp. 104-109.
[vii] Fragmento de la avenida El Puente que iba desde la calle C. Pérez Volcán hasta el callejón de acceso a hoy nombrada calle A. Cabrera Pinto.
[viii] hsc: s. a. «Fiesta de Mayo». Diario de avisos de La Palma (Santa Cruz de La Palma, 5 de mayo de 1927), p. [1].
[ix] Ídem.
[x] En el original, «juego del asartén». Con motivo de las fiestas del 10 de octubre, que conmemoraban en los años ’40 en Quince y Medio la proclamación en armas contra el gobierno español en Cuba de 1868, entre otros juegos infantiles se encuentra el juego de la sartén tiznada: «Se toma un sartén tiznado, se cuelga a la altura de un niño de 8 ó 10 años; al mismo se le pega en el fondo una moneda de 20 centavos, los competidores deberán tratar de despegar con los dientes el dinero. Al lograrlo recibirá un premio». Vid. Silvia Álvarez Ramos. «Un acercamiento a la cultura haitiana: la fiesta tradicional por el 10 de octubre en el municipio avileño de Venezuela». La cultura haitiana (27 de marzo de 2007). Disponible en: http://hatiianosysucultura.blogspot.com/2007/03/un-acercamiento-a-la-cultura-haitiana-la.html. Asimismo, en Chacaltianguis (México), las fiestas patronales del 1 de enero en honor del Santo Niño Jesús incluyen, entre las competencias, además de cucaña (o palo ensebado), carrera de encostados (nuestras carreras de sacos), de caballos y otros juegos deportivos, el sartén tiznado. Vid. la web: http://members.fortunecity.es/rincondadelangel/paginas/ChacaltianguisConMarcos.htm. Agradezco a María Victoria Hernández Pérez, presidenta de la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias, la seña de estas fuentes.
[xi] hsc: s. a. «Las festividades». Regeneración palmera (Santa Cruz de La Palma, 29 de junio de 1927), p. [2].

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