LAS CRUCES DE MAYO.
SANTA CRUZ DE LA PALMA.
José Guillermo Rodríguez Escudero
El día tres de mayo, la capital de La Palma celebra la onomástica de la Santa Cruz -primer símbolo cristiano-, desde que el Adelantado Alonso Fernández de Lugo lograra fundar la ciudad en esa misma fecha en el año 1493. Otros autores, sin embargo, defienden otro año. Por ejemplo, Abreu y Galindo establece 1490 como año del fin de la contienda bélica.
La nueva población –Villa de Santa Cruz, como fue denominada desde su comienzo- conmemora anualmente esta efeméride, engalanando profusamente todas las cruces que salpican todo su territorio y declarando ese día festivo en la localidad. Este año de 2012 se festejará en ese día el 519 aniversario de la fundación de la Muy Noble y Leal Ciudad.
Procedente del latín cruz, crucis, ésta es la insignia y señal del Cristianismo, en memoria de haber padecido martirio en ella Jesucristo. Se trata de un patíbulo formado por un madero hincado verticalmente y atravesado en su parte superior por otro más corto, sobre los cuales se clavaban o sujetaban las manos y pies de los condenados a este suplicio.
La Cofradía de la Vera Cruz, una de las más antiguas e importantes de las Islas, fundada en el Convento Real y Grande de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, con Bula del Papa Paulo III en 1558, tenía entre sus cometidos la celebración de la fiesta de la “Invención de la Santa Cruz, misa cantada, de la Cruz, todos los viernes del año, y la Benedicta los viernes de cuaresma por la tarde”.
Esos días, la Comunidad religiosa de Padres Franciscanos salía procesionalmente en Vía Crucis hasta la ermita del Cristo de El Planto con “un numeroso acompañamiento del pueblo”. Aún existe un pequeño Calvario erigido a espaldas de la pequeña iglesia en recuerdo del lugar donde el pueblo hacía penitencia. Era costumbre asistir a la procesión muchas “personas cargadas con algunas insignias de la pasión y cubiertas con el morado saco de penitentes, cuyo disfraz encubrió más de un crimen”.
La trágica leyenda de “La Cruz de Los Pasitos”, precisamente, tuvo como protagonista a un enamorado celoso, disfrazado de penitente en esa procesión, que mató a su prometida, hundiéndole un puñal “hasta el pomo en el corazón”. En memoria de aquel trágico suceso, en el mismo sitio que se perpetró el crimen, colocaron al día siguiente una Cruz, “y todavía el caminante al pasar por aquel sitio murmura una oración”.
Todavía se encuentra, también en Los Pasitos, una cruz con una lápida que reza: “Aquí murió alevosamente asesinado en la noche del 23 de septiembre de 1906 el ilustre abogado e hijo de esta ciudad, don Siro González de las Casas”. Otro asesinato en el mismo lugar por cuestión de celos, unos dicen amorosos y otros dicen económicos… y nuevamente, otra cruz como recuerdo de un sangriento suceso.
En el Diario de Avisos del 11 de abril de 1963, el canónigo Luis Van de Walle y Carballo, confirmaba que, uno de los “Lignum Crucis” : “…se pone a la veneración y adoración de los fieles el Viernes Santo y el tres de mayo en que se acostumbra hacer procesión con ella hasta la Cruz de la Pasión”.
En total, la Isla posee tres reliquias verdaderas del Santo Madero: una en el Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, otra en la Capilla de la Venerable Orden Tercera (hoy Orden Terciaria Franciscana) -templos de la capital palmera-, y la última en la parroquial de San Pedro de Breña Alta.
Era frecuente que los caballeros fundasen capellanías en honor a la Santa Cruz, entre otras muchas advocaciones. Tal es el caso del Capitán Felipe Poggio Monteverde, hermano del célebre Juan Bautista (“afamado poeta y benemérito sacerdote”), en cuyo testamento agregó a la capellanía familiar “otras dos misas rezadas más al año, la una el día de la Santa Cruz y la otra el de San Pedro Apóstol”. El escribano público Andrés de Huerta “autorizó ambas fundaciones, en 25 de abril de 1723”.
Todos los años se celebra la “Exaltación a la Santa Cruz”, enramándose todas las que se distribuyen por la población, si bien su presencia se manifiesta por todos los puntos de nuestra Isla.
No sólo se adornan las que se encuentran apostadas en los exteriores, descansando sobre las paredes, en azoteas, en encrucijadas, rematando fachadas, balcones, recordando accidentados u obras finalizadas sin muertes, etc., sino también en los interiores de algunas casas.
A las exteriores, se les cambia el forro de tela que las cubría desde el año anterior y se sustituye por otra nueva. Se entronizan en bellos altares efímeros cuajados de flores, plantas, banderas, etc. y que pujan con alzarse con algún premio o simplemente se erigen para la admiración de propios y ajenos, siguiendo con la tradición familiar o del barrio.
También hace tiempo, en torno a las cruces, la fiesta se arropaba con loas (algunos las llamaban “las lobas”) y, mediante curiosos artilugios mecánicos, “aparecía” la cruz en el altar o en el escenario. Con alguna rara excepción, la “aparición” con tramoyas ya no se realiza, lamentablemente.
El etnógrafo Pérez Vidal, en un número especial de Diario de Avisos en 1945 con motivo de las Fiestas Lustrales, destacaba con énfasis: “si la cruz es con aparición, el gentío que se reúne y se apretuja a presenciarla es enorme. Las más sencillas transfiguraciones, cualquier simple cambio de apariencia, entusiasma al soñador pueblo isleño, amigo de fugarse de la realidad”.
Aunque hoy en día se guardan celosamente algunas de las letras de estas loas al Sagrado Madero, el número de la “aparición” se ha sustituido por lo que se ha llegado a denominar “cuadros plásticos”, esto es, estampas estáticas de personajes bíblicos o costumbristas en el que se suele leer algún texto alusivo.
Se cree que esta exquisita puesta en escena es una derivación de los fastuosos autos sacramentales barrocos que han perdurado a través de los tiempos y que se han transformado adaptándose a las nuevas formas y pasando de los cultos e ilustrados autores de los impresionantes carros triunfales y loas que se representaban en la preciosa capital de La Palma, al pueblo llano quien lo ha interpretado de estas ingeniosas maneras.
Un ejemplo de cantar que se entonaba en la peregrinación a la cruz de turno es: “Pronto pastores/ ramos de flores,/ la Cruz de Mayo/ nos llama ya/ ¡Qué floridita,/ qué enramadita,/ qué hermosa estará!”
Antiguamente se enramaban las cruces de las casas de las personas más adineradas y con un estatus social más alto. Ponían la cruz dentro de las viviendas, en un lugar privilegiado, y la adornaban con todas las joyas y prendas. Se reunían las familias por las noches e iban a visitar otras cruces. Éstas pujaban por ser las más originales y más bien decoradas y suntuosas. En los grandes salones se hacían bailes y fiestas muy animadas con familiares, vecinos y amigos.
La belleza ornamental se conseguía mediante combinaciones de vegetales, telas, alhajas y otros objetos de gran valor. Era frecuente la escenificación en algunas de las cruces parodiando temáticas de cualquier índole.
Se exponía y, afortunadamente, se expone, un número importante de muñecos grotescos de tamaño natural, denominados “mayos”: simpáticas figuras hechas de trapo que adornan la escena. Representan distintos temas y actitudes, colocadas en diferentes lugares, bien formando pasillos hacia la cruz, o en varios rincones de sus alrededores, custodiándola, como en balcones, ventanas, muros, azoteas, bancos, tapias, etc.
Antiguamente era más común que los mayos fueran rellenos de paja o pinillo, pero con la evolución de los tiempos y de los materiales, esta tradición ha ido perdiéndose. Ahora se rellenan con guatas, periódicos, trapos, muselina, papel, etc., calzándose con zapatos viejos... Antes se teñían el pelo de soga con cochinilla o con pastillas que venían para colorear la ropa, pero ahora se hace de hilo, etc.
Esta costumbre se pierde en el recuerdo, aunque la realización de muñecos es muy frecuente en lugares de la Península y Portugal. En La Palma también se halla algún ejemplo puntual y suelto en Las Breñas, Mazo y en Tazacorte.
El investigador Cirilo Velázquez compara los mayos palmeros con “los homónimos de la isla de Terceira (Azores) y de Machico (Madeira)”. La confección y los temas elegidos son muy similares a los de La Palma, si bien los mayos, que en aquellas islas se colocan el uno de mayo (como aquí antes), no están relacionados “como los palmeros con la cruz”.
Dentro de la capital, ha perdurado en pagos como Velhoco, etc. gracias al esfuerzo de personas y asociaciones de vecinos. Un ejemplo de esta última fue “Zeloy” en la Barriada de Las Nieves que recuperó esta bella tradición entre 1982 y 1999, fechas en las que estuvo presidiéndola Marina Duque. Lamentablemente, los mayos dejaron de hacerse aquí.
Recordemos en las últimas ediciones, la gran profusión de mayos y adornos a lo largo de la conocida como Calle del Tanque, antigua Barriada de Pescadores, Camino del Velachero, etc. Una magnífica decoración muy típica, muy nuestra que ha sido copiada en otros muchos lugares de nuestra bellísima ciudad.
Este itinerario nos recuerda el Via Crucis que hicieron los frailes franciscanos después de la Conquista de La Palma, mediante la instalación de cruces en los alrededores del extinto Convento Real, hoy conocido como San Francisco de Asís.
Recordemos que el Vía Crucis es el “camino de la cruz”, un sendero señalado con diversas estaciones de cruces o altares, que se recorre rezando en cada una de ellas, en memoria de los pasos que dio Jesucristo en su camino hacia el Calvario.
Nos recuerda el querido vecino Antonio García, encargado de enramar la cruz llamada “Columba”-por llamarse así una señora que estuvo con sus abuelos desde pequeña y era quien se ocupaba de adornarla-, que esta cruz tiene aún una de las maderas originales de aquel primitivo via crucis. Ha sido galardonada en numerosas ocasiones con el primer premio en la categoría tradicional que concede el Jurado que se desplaza por todos los rincones de la ciudad, visitando cada una de las cruces presentadas en cada edición.
La categoría tradicional ampara a las cruces que se enraman con motivos históricos y prendas. En el ámbito de la categoría libre se puede representar cualquier motivo, tomándose más en cuenta la imaginación y siempre se confecciona con productos naturales. Así lo confirmaba Armenia Pérez Pérez, encargada de la Cruz de Mirca. Antiguamente ésta se encontraba en el fondo del barranco, pero cuando se creó la asociación de vecinos, se decidió que se pusiera en la carretera.
En el año 1999, en la mencionada asociación “Zeloy”, como nos recuerda la que fue su presidenta, Marina Duque, se hizo un homenaje a la Lucha Canaria con 180 mayos, con los que también se adornaron las calles y los balcones.
Originalmente, estos peleles se colocaban estratégicamente durante la madrugada del primero de mayo, “detrás de la puerta en forma conveniente para que al entrar en la casa el visitante cayese encima de éste”. Había un dicho antiguo que manifestaba: “quien no se levanta temprano, el primero de mayo, se le mete el mayo por el … (trasero)”. También se oía decir que “si no nos levantamos temprano, nos pasamos el mes de Mayo, desmayados”.
José Pérez Vidal, erudito folclorista palmero decía: “…En la tradición oral, han sobrevivido como recuerdos, posiblemente relacionados con las fiestas mayas en los pasados siglos, las prácticas de los peleles llamados mayos y la madrugada del primero de este mes, para que no se ‘meta mayo’ en el cuerpo”.
La investigadora Hernández Pérez informaba en su estudio sobre las fiestas y tradiciones de La Palma de que “lo de madrugar se seguía con todo rigor y cuidado. El día de la víspera se acostaba a la hora de las gallinas para levantarse a medianoche. Si estaban dormidos al entrar el mes de mayo, éste se les metía en el cuerpo – se les “metía mayo”- y las consecuencias no podían ser más desagradables; todo el mes estaba el dormilón destemplado de la barriga”.
Se empezaban a reunir los trapos por el mes de abril, en zonas de la capital como Cajita Blanca, Timibúcar, Baltasar Martín, San Telmo…, y cada familia hacía un “mayo” al que caracterizaban de acuerdo a un gusto muy particular: se le daba la forma de un vecino simpático que tuviera alguna anécdota o famoso por cualquier circunstancia… y se colocaba el primero de mayo, no como ahora, que se ponen en la Víspera de la Cruz.
Así, un año se hizo en la Barriada del Pilar un mayo que imitaba al famoso Julián Gotera, con su transistor y su bata azul, que salía de una alcantarilla… un simpático y querido personaje muy conocido por todos en esta capital.
En la zona norte de la capital, en el margen izquierdo del barranco de los Dolores (hoy Avenida del Puente), se asentaron en los alrededores del convento franciscano los gremios de artesanos, las clases más populares y menos favorecidas económicamente. Es precisamente en esta parte de Santa Cruz donde existe mayor concurrencia de “mayos”, justo en la zona de influencia seráfica, orden humilde y caritativa.
Justo al contrario ocurre al otro lado sur del barranco, donde se instalaron los dominicos, los regidores, la suntuosa parroquia matriz de la isla, el Cabildo, los nobles y las familias más poderosas y caballeros más adinerados. Es aquí donde surgió una decoración lujosa, de ricas telas, joyas impresionantes, bellas flores, etc. También se adornaban con prendas “en el otro lado” aunque en este margen derecho no proliferaron los mayos.
Antiguamente se hacían las fiestas en honor a la Cruz Gloriosa con romerías típicas hacia la “Cruz del Tercero” en la Alameda (llamada así porque fue la que se colocó dando por finalizada la conquista de la ciudad y la Isla el tres de mayo). Sin embargo, según las crónicas de Lorenzo Rodríguez, nos informa de que “el cual nombre según cuentan se le dio por cuidar de su adorno y composición para la fiesta del 3 de mayo un Tercero de San Francisco”. Se refiere a un fraile franciscano de la Venerable Orden Tercera.
Nos cuenta el alcalde constitucional Juan Bautista Lorenzo Rodríguez que: “… el 9 de octubre de 1783, entre once y una y una del día, corrió el barranco de Santa Catalina con tanta abundancia de agua y tan fuertes estragos, que serán memorables por muchos años. Se llevó 7 casas y arruinó otras muchas de las inmediaciones; llevose la Cruz del Tercero y la de las Damas con sus plazas respectivas; perecieron dos hombres y una niña y muchos se libraron de milagro. Fue la causa haberse quemado los montes en julio por descuido de uno que llamaban el Gallo, natural de Las Nieves”.
En la base de piedra volcánica de la nueva cruz -emplazada en el mismo lugar que la original después de la catástrofe-, se haya una lápida que reza: “3 de mayo de 1893. Primera Conmemoración y Cuarto centenario de la Conquista de la Isla de San Miguel de la Palma terminada el 3 de mayo de 1493. ¡Gloria a los Héroes Españoles y a los Héroes Guanches! Unos y otros derramaron su sangre por su Patria.”
En la mañana del día tres se celebra una Misa de Campaña junto a esta Cruz del Tercero, la cual se adorna magníficamente construyéndose a su alrededor un altar efímero cuajado de flores y banderas.
Estas fiestas también contaban con bailes folklóricos en el Teatro Circo de Marte y en la Plaza de Santo Domingo. Asimismo, a los niños se les estaba reservado en estos festejos diferentes juegos, como la carrera de sortijas, de sacos, etc.
Las fiestas de mayo se prolongan durante todo el mes, con un amplio programa de festejos (unos años mejores que otros) que abarcan, desde las concurridas verbenas en los barrios hasta las bellísimas exposiciones de plantas y flores en diferentes plazas de la ciudad, como la de España y de San Francisco. Desde obras de teatro, números de danza, conciertos y actuaciones musicales diversas, hasta festivales de cuentos, animaciones infantiles y cross popular. Se recuperó la “Batalla de las Flores para la edición de 2009. Se programan, desde encuentros folklóricos hasta dianas floreadas y pasacalles con los “Mascarones”, también misas y procesiones, como la de la imagen de San José Obrero en Mirca, o la “Cruz del Fraile” en la Dehesa (una de las más antiguas y más galardonadas), la “Cruz Gloriosa” en la Parroquia Matriz de El Salvador y por último la Virgen “Morenita”.
La “Cruz del Fraile” de la Dehesa ha venido reproduciendo en los últimos años edificios antiguos, casas solariegas, fachadas de templos palmeros… Es una de las más antiguas de la Isla, ya que es la más cercana al Santuario de Las Nieves y es desde donde partían la totalidad de caminos a todos los pueblos de La Palma. Así lo confirmaba Juan Ramón, encargado de la Cruz y presidente de la asociación de vecinos de La Dehesa durante varios años. Una cruz cuyo altar efímero se confecciona con maderas pintadas a base de extractos de plantas de la tierra.
El Excmo. Ayuntamiento de esta ciudad ha estado publicando una ruta de cruces de mayo para que cada uno pueda orientarse acerca de su ubicación y de facilitar el recorrido, tanto en el casco urbano como en los barrios. Por ejemplo, en la edición del año 2000, se había inscrito un total de 21 cruces, desde la de la Plaza de la Virgen de la Luz hasta la de la Cruz del Barranco de Espino en Velhoco, pasando por la de la Encarnación, etc.
Como colofón especial a todas estas fiestas, se celebra en el Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves la llamada “Fiesta de Las Madres”. Se trata de un emotivo homenaje a la Virgen y a todas las madres, tanto vivas como difuntas de la Isla, instituida en 1971. En este año de 2012 se cumple su cuadragésima segunda edición.
Se incluye una Misa Solemne ante la Patrona, el Panegírico de las madres, la Procesión de la venerada Imagen y las ofrendas floral, poética y folklórica, con diferentes poetas de la isla, la banda municipal de música “San Miguel” y la de cornetas y tambores “Gayfa”, así como de grupos ataviados con la preciosa vestimenta típica. Se le hace entrega a la Virgen de una flor natural así como a todas las madres de la plaza.
En el preciso instante en el que se le coloca una rosa en las manos –o en el manto- de la Virgen, hay un gran estruendo de voladores, repique de campanas y un fortísimo aplauso. Se canta el Himno a la Madre y se vierten muchas lágrimas de la gran emoción. Si no es año de elecciones, no se celebrará el último domingo de mayo, sino otro anterior. A veces se ha elegido el primero de ese mes, coincidiendo con el Día de las Madres, jornada en la que está instituida socialmente.
Volviendo al día de la onomástica de la Santa Cruz, el tres de mayo, tiene lugar una solemne función religiosa concelebrada a la que acuden numerosas autoridades civiles y militares, tanto locales, insulares como una amplia representación de las regionales. Está presente también el Pendón Real –popularmente llamado Pendón de la Conquista-, que sale previamente desde el Ayuntamiento y al que se tributan los honores reales. Tras la Misa se inicia la procesión de la Santa Cruz, Patrona titular de la ciudad –junto con Santa Águeda-, escoltada por varias bandas de música tras la cual tenía lugar una gran exhibición pirotécnica y una verbena, etc. En las últimas ediciones la procesión tiene lugar a mediodía, alternando el itinerario: un año desde El Salvador a San Francisco y el siguiente, al contrario.
Antiguamente acudía el ejército. Luego se prohibió su participación en la procesión, pero no en los actos previos en honor al Pendón. Así se prescindía de uno de sus tradicionales elementos que aportaban más majestuosidad y empaque al evento. Esta privación había suscitado algunas polémicas. Era curioso que sólo ocurriera en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, y no así en otros lugares del resto de España, como en la vecina provincia de Las Palmas.
No es extraño encontrar en las iglesias de todo el Archipiélago grandes cruces cubiertas de plata como una demostración de la extraordinaria devoción que alcanzó en nuestras islas este símbolo cristiano. Así lo indica también la presencia de numerosas capillas y calvarios por toda la geografía y el lujo con que una sociedad enriquecida como la nuestra adornó sus representaciones. Una costumbre de cubrir con plata estas cruces de madera que se inició en el siglo XVII.
Estamos, por lo tanto, ante una fabulosa cruz de plata en su color sobre un alma de madera. De medidas tiene 132 cms de altura y 93 cms de brazos; las perillas, de figura de piña rodeada de hojas muy carnosas que rematan los brazos tienen 14 cms.
Se halla entronizada en una peana, en forma de copa, de 54 x 40 cms en su parte más ancha y 45 cms de altura. Tiene una inscripción en su base que en la que se lee: “Dio esta Cruz a la Yglesia Parroquial de Ntro Sr. San Salvador, Don Simón Florencio Res. Montero Vble. Beneficiado y Rector de dicha Yglesia y Comss. Del Sto Oficio/ Año de 1726”.
Efectivamente, Simón Florencio Rodríguez Montero -Comisario de la Inquisición y Beneficiado de El Salvador- había donado a esta parroquia matriz la magnífica cruz procesional con la que se conmemora el 3 de mayo. Gran devoción tuvo el donante por este símbolo eclesiástico: de las sesenta misas de su capellanía, las tres primeras fueron ofrecidas a la Invención, al Triunfo y a la Expectación de la Cruz.
La presencia de esta gran Cruz en el tesoro del suntuoso templo matriz se cita por primera vez en el Inventario de 1782: “vna cruz grande con su peana para el día de la invención”. Su sección es hexagonal y lleva una decoración relevada de carácter vegetal que recubre sus caras, así como un cordón de separación entre ellas.
Existe un documento curioso sobre una anécdota producida dentro de la Parroquia Matriz de El Salvador durante la celebración de la fiesta de la “Gloriosa Santa Cruz”. Se trata de una carta dirigida al Venerable Beneficiado de la Parroquia de San Andrés Francisco Ignacio Fierro, por el Obispo de la Diócesis Fray Valentín de Morán, fechada el 25 de mayo de 1755.
Se explica allí cómo “había intentado Don Pinto de Guisla asistir a la procesión de la Cruz con el sombrero puesto aun dentro de la iglesia”. La misiva obispal continúa “bien ha hecho V. md en hacerlo quitar, y lo mismo ejecutará siempre que se ofrezca pretender esa y otras extravagancias del mismo tenor, que quiere introducir como Caballero, portándose como si nunca hubiera habido en estas islas otro, sin considerar que los muchos que hoy hay, y en todos tiempos ha habido, no han inquietado con semejantes intentonas el sosiego público”.
Esta fue una fiesta regulada por el antiguo Cabildo de la Isla. Así se desprende de las ordenanzas de 1611, donde se manda que “los Mayordomos de los oficios saquen los días de Corpus Christi y San Miguel y Santa Cruz de Mayo y en todos los demás días generales los Pendones para acompañar las procesiones, so pena de 20 días de Cárcel con más de 1.000 mrs aplicados por tercios, Juez, denunciador y Propios”. También se ordenaba la limpieza pública y el barrido de calles por las que pasaban las procesiones, entre ellas, la de la Cruz.
La referencia más antigua que se conoce de esta hermosa costumbre del enramado de las cruces la encontramos en la Subida Lustral de la Virgen de Las Nieves en 1765. Así, cuando la Patrona retornaba en procesión por las calles capitalinas hacia su Santuario, “estaba una cruz, que es la del noveno passo, con el major ornato y compostura de prendas, talcos y galones”.
También la comitiva se encontró nuevamente con “una cruz que es la del octavo passo, con la mejor belleza compuesta de joyas y otras prendas en gran número y muy hermosas escarchas”.
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- Idem. «Las Cruces de Mayo de Santa Cruz de La Palma», El Día/La Prensa, (13 de mayo de 2006)
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